Wednesday, June 28, 2006

Una de las caras de la opresión

Una de las caras de la opresión

El domingo 25 de junio tuve la oportunidad de asistir al “Seminario regional situación actual del VIH/SIDA, respuesta nacional a la epidemia”, organizado por COPRESIDA. Allí, un prestigioso periodista afirmaba: “En una ocasión sumé las edades de los directores de los principales periódicos de nuestro país, dando como resultado más de 500 años…”. Siendo esto una broma, resultó ser pesada e irónica. Este comentario me hizo reflexionar.

La gente mayor es un grupo marginado, una de las caras de la opresión. Son aquellas a las que el sistema laboral no quiere emplear. La discriminación de esas personas es humillante, aun cuando se tenga una vida confortable en términos materiales. Las injusticias subsisten bajo la forma de aburrimiento, inutilidad, baja autoestima y depresión. Mucha gente mayor, con medios suficientes para vivir de manera confortable, está oprimida en su estatus marginal.

En Occidente, vivimos en una sociedad creada para los jóvenes. Las personas mayores son absolutamente arrinconadas. En el Oriente, las personas mayores tienen mucho valor a la hora de tomar decisiones, son la copa para saciar la sed de la sabiduría. La sabiduría es prudencia, es el cuidado en el comportamiento y el modo de conducirse en la vida; es el conocimiento profundo que se adquiere a través de la experiencia. La sabiduría es un atributo del ser humano que le permite tomar decisiones justas y equilibradas.

En sentido general, las personas mayores son menos vulnerables a las pasiones de los humanos. Están más interesadas en ser honestas, íntegras, respetuosas, prudentes, intuitivas, visionarias, son más justas a la hora de evaluar. Les queda menos tiempo en este plano de las formas, no tienen un mañana que atesorar.

¿Qué edad tenían Albert Einstein y Thomas Alva Edison cuando ofrecieron sus aportes a la humanidad? En nuestro país, tenemos personas como Edna Garrido, María Ugarte, Abel González, y Herasme Batista, por solo citar cuatro ejemplos, que siguen ofreciendo sus aportes a la sociedad no obstante su edad. Dejamos de ser jóvenes cuando perdemos la capacidad de soñar y esto nada tiene que ver con nuestra edad.